Tanto el Yoga como la terapia Gestalt tienen un enfoque integrador y pueden ser caminos complementarios. Toda la filosofía oriental y sus técnicas, son una forma de sublimar hechos en la autobiografía que se han quedado encapsulados por alguna razón.
En la terapia Gestalt se buscan los recursos internos que la persona posee, es decir, aquellas partes que siempre han estado al servicio de la persona, auqnue tal vez no de manera consciente. Se trabaja para fortalecer el autoapoyo y lograr la independencia de la persona, para que se apoye y se sostenga sobre sus propios pies. El o la terapeuta acompaña desde una mirada amorosa y compasiva libre de todo juicio. De esta manera, la persona puede interiorizar la compasión hacia sí misma para abordar su historia de vida pasada desde lo que es ahora, en este momento. Activar y crear este puente afectivo es vital para atravesar el proceso de autoindagación.
Esto mismo sucede en el Yoga, donde la mirada compasiva está presente en cada una de las asanas o posturas. Así se consigue que la persona tenga una mayor escucha de su cuerpo, aportando conciencia corporal. Y esto es un punto fundamental porque el cuerpo es el gran observador y el gran receptor de todo aquello que nos pasa. También en los procesos de trauma el cuerpo almacena la información de lo que no ha podido ser procesado, digerido.
En Yoga se trabaja la bondad, la compasión y la alegría, entendida como la dicha del corazón. Sucede lo mismo en terapia, que por medio de la exploración se busca que la persona recupere esa alegría de vivir y de estar conectada con ella misma.
Los mantras ayudan a calmar la mente y el pensamiento neurótico, al igual que las técnicas de Pranayama o respiración que también se emplean en un proceso terapéutico para llevar a la persona a un lugar neutro y de regulación, que es la fase de integración.
Los bandhas, o cerraduras energéticas, también ayudan a contener la energía vital y a la estabilidad interna personal, junto con las posturas que trabajan la apertura, el centramiento, el equilibrio, la entrega y aceptación…
El aquí y el ahora en ambos procesos es clave para que la historia de vida no secuestre a la persona dejándola atada al pasado, ni generándole ansiedad por el futuro. Aprender a estar en el momento presente es la clave, así como confiar en que todo lo que ocurre, sucede en este preciso momento porque tenemos los recursos internos para hacer frente a la situación y poder verla con amplitud, superando los patrones de repetición. Como decía Albert Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.